Para mí ha sido un reto especial porque soy una persona que durante mis años de infancia y adolescencia viví de modo muy intenso la fe católica y me formé para ser un buen misionero claretiano, pero que desde 1970 di un giro completo a mi vida y mis estudios filosóficos en Roma de 1970 a 1972 me llevaron definitivamente por los caminos del ateísmo, del agnosticismo y del laicismo hasta el día de hoy.
La gran dificultad a la hora de hacer y responder a 100 preguntas sobre la religión ha sido no caer en actitudes radicales ni a favor ni en contra de las religiones en cualquiera de sus múltiples manifestaciones, incurriendo en simplificaciones o en subjetivismos fuera de la lógica racional que como profesor de filosofía trato de cultivar desde hace muchos años. El enfoque general, mi mirada hacia el complejo fenómeno de las religiones en plural, ha sido siempre el del observador crítico, el del pensador laicista que no prejuzga nada de antemano y que se basa en dos perspectivas complementarias para analizar y criticar el hecho religioso en cualquiera de sus facetas.
Esas dos perspectivas han sido la interdisciplinar y la intercultural. Las ciencias que estudian las religiones son muy variadas y disponen de un arsenal de conceptos muy amplio. He intentado utilizar sus teorías principales y a los autores más relevantes en función de ese enfoque científico y laico lo más neutral y objetivo posible. En este libro como he hecho en otras muchas investigaciones no he realizado simplemente citas a pie de página para subrayar mis tesis, sino que he tratado de acudir a los autores que con sus hipótesis y sus conclusiones me parece que ofrecían una mejor comprensión del fenómeno religioso. He utilizado la psicología, la sociología, la antropología, la historia, la filosofía y la teología para acercarme con cierta lupa de precisión a muchos de los complejos elementos que componen la trama de la religión. En muchas ocasiones he puesto en cuestión los tópicos de los creyentes y de los increyentes acerca de cada religión haciendo ver que todas las actitudes de intransigencia de un lado o de otro pueden caer en la intolerancia y en el dogmatismo. Esa idea de que el dogmatismo es un peligro real en muchos planteamientos racionales sobre la religión creo que recorre todo mi libro. Me siento mucho más cercano a los escépticos en estos temas que a los absolutistas o totalitarios de cualquier signo.
La otra perspectiva que he tratado de mostrar en este libro es la de la interculturalidad. Por mis años de formación en los 50 y 60 del pasado siglo pertenezco a una generación de españoles educados claramente en el nacionalcatolicismo; este término encierra un eje ideológico fundamental en la Historia de España y que en el siglo XIX fue destilando la ideología conservadora que llegó según J.Alvarez Junco y Santos Juliá hasta la Guerra Civil de 1936. Por eso, este libro tiene un trasfondo de autobiografía repensada desde mis convicciones laicistas acerca de todas las religiones y no solamente del catolicismo español.
Es evidente que mi horizonte de interpretación sigue estando condicionado por mi trayectoria biográfica, pero creo que este libro condensa de algún modo el esfuerzo de comprensión intercultural que hoy exige el mundo actual, tan complejo, tan diverso y tan vertiginoso. Mis breves estudios de teología me han ayudado a situar el judaísmo y el cristianismo con cierto conocimiento de causa, pero mi mirada hacia el Islam, el hinduismo y el confucianismo ha tratado también de penetrar en otros universos simbólicos.
Sigo pensando que el diálogo interreligioso es necesario, pero sigo también defendiendo un diálogo intercultural mucho más amplio que supere las fronteras de las religiones y de sus dogmas. Las religiones se presentan en este libro como un fenómeno social, histórico y cultural de primer orden y muy enraizadas en la condición del ser humano como “animal simbólico”; por eso precisamente por sus múltiples conexiones con las vidas de cada individuo y de cada sociedad, es una falsedad pensar que basta con decir que Dios ha muerto para que toda la Humanidad sea atea.
El siglo XXI ha contemplado con cierta sorpresa el retorno de Dios al primer plano de la política internacional y por eso pensar la religión sigue siendo una tarea imprescindible para los que defendemos la laicidad y el laicismo.
Luis Maria Cifuentes Pérez